La Maletita y la Caja de Herramientas
Msc. Ana Cristina Vargas
La mayor parte de las personas que se encuentran en un proceso de pensar y decidir la idea de adoptar transitan por un camino que les llevará por diferentes pasajes hasta llegar a tener maduro el proyecto, tanto como para decidir y decir sí quiero.
Este camino puede ser obstaculizado por ideas y creencias tales como el suponer que la historia de sufrimiento que tiene ese niño o niña es como una maleta o equipaje muy grande y pesada que se agrega, negativamente desde el inicio, a la relación de padres e hijos, y eso será imposible de sobrellevar. Esta imagen hace pensar en un equipaje que no se abre ni se renueva, si no que se arrastra por siempre.
La noticia es que todas las personas que tenemos algún tiempo de viaje por la vida tenemos esa maletita. No solo los niños sino también los padres y madres adoptantes la tienen y no está libre de sufrimientos y conflictos por resolver. Por ejemplo, un contenido no grato de la maletita de los adoptantes suele ser el mito de que la paternidad y maternidad está asociada con recién nacidos o niños (as) pequeños. A partir de esta idea errónea, los futuros padres y madres pueden experimentar gran temor si se trata de adoptar un niño (a) más grandecito pues piensan que no podrán con la tarea de la parentalidad y que, por tanto, ocuparán un hijo (a) “muy fácil”, sin dificultades, sin particularidades. Lo más pequeño posible.
También, esa maletita parental puede traer resabios del duelo experimentado por el o los adoptantes sobre la no parentalidad biológica.
Si esto le ocurre a la mayor parte de los adoptantes, aunque califiquen como futuros padres adoptivos idóneos, será que a los niños les tocaría decirles: no gracias, su maletita lleva más peso del que me gusta.
Más que pensar en “el no gracias” y perder la oportunidad de conformar una familia con hijos, centrado en la suposición de que las mayores dificultades se ubican en el otro (el niño-a) por su historia de abandono y maltrato, es bueno hacer el ejercicio de pensar si este temor tendrá más relación con eso: el temor y el autocuestionamiento sobre las propias habilidades y competencias por haberse tragado el mito y el poder de los fantasmas del pasado de los niños (as). Lo cierto es que las habilidades requeridas para el proceso de una vinculación parento-filial, a través de la adopción, son las propias de los humanos y que de hacer falta pueden fortalecerse, nutrirse o transformarse.
Primer paso: sopesar las capacidades para enfrentar las situaciones y de abrir y ventilar el contenido de tal maletita hasta hacerla muy liviana o bien cambiar dicho contenido.
Segundo paso: prepararse para realizar cada día mejor la tarea parental.
La experiencia me indica que aunque los adoptantes, en muchos ámbitos de sus vidas, son personas seguras de sí mismas la infertilidad física tiende a bajar su autoestima. Situación que es recuperable. Con frecuencia les ha correspondido enfrentar un largo proceso de autocuestionamiento y dar respuesta o no al cuestionamiento que los otros hacen de sus capacidades parentales. Incluso, han tenido que hablar con la abuela que, en su mundo amoroso, no se percata de que la continua pregunta de cuándo tendrá otro nieto es tortura para quienes no tienen bajo su poder esta situación.
Los múltiples sufrimientos emocionales, físicos y presiones que produce esta vivencia les suele producir el pensamiento erróneo que les hace suponer que, como les sucede en el ámbito físico (infertilidad física), les sucede en el terreno afectivo (infertilidad afectiva). Como si su capacidad de amar mermara ante el evento físico. Temen que si no es con un niño (a) recién nacido no podrán ser padres adecuados.
También, eso de la “maletita” supone que los niños solo han vivido experiencias negativas y la verdad es que todos ellos tienen el gran tesoro de sus vidas; las que son un fiel reflejo de su fortaleza, su capacidad de sobrevivir ante la adversidad y todavía tener fe y esperanza ante las nuevas promesas de amor. Son ejemplos ideales de lo que significa la resiliencia (luminosidad interna) en los seres humanos.
Mi experiencia es la de haber visto florecer a los (as) niños (as) en conjunto con la familia que los ha adoptado. Esto de florecer no es una metáfora hueca sino acción; como lo haría una plantita que al inicio estaba débil, pálida y pequeñita pero a través del agua y el abono bien dosificado empezó a moverse hacia el crecimiento y fortalecimiento; convirtiéndose en una planta con la que todos desearían convivir y compartir. Todo porque unos padres no tenían tanto temor de sus propias competencias y habilidades. Ellos sabían que podían ser jardineros y en el camino aprendieron nuevas técnicas, se reunieron con otros jardineros o pidieron asesoría sobre cómo jardinear y cómo lograr un hermoso jardín.
En el caso de los niños que han sufrido por el abandono o el maltrato, la ambivalencia de unos progenitores que en un momento les demostraban amor e interés en ellos y en otros momentos, les demostraban desinterés requieren que sus nuevos padres les ayuden a sanar.
Las heridas de los niños (as) a veces son profundas y requieren recuperación. Lo cierto es que todos podemos sanar y los niños con mayor razón. Los padres requieren actuar como quien atiende una herida o un golpe o una fractura: con esmero en curar, vendar, limpiar, ayudar para que el granito se seque, etc. Así quien elige ser padre o madre a través de la adopción, generalmente, tiene que desarrollar esa capacidad de ayudar a sanar, de ayudar a curar no lo físico sino lo emocional y afectivo.
Cómo se puede lograr esto? Es que solo lo pueden hacer los superhéroes?. De hecho, estas figuras rescatan pero no cuidan hasta que los lastimados logran sanar sus heridas. De eso se encargan otros, los que están dispuestos a estar ahí de forma permanente, continua, amorosa, buscando diferentes formas y métodos de atención.
Los padres que adoptan pueden realizar esta tarea cuando, a su vez, han sanado de las heridas que les ha causado el saber y aceptar que no tendrán hijos biológicos. Si por ejemplo, aún se encuentran ocupados por duelos y tensiones propias de la pérdida de la no parentalidad biológica se sentirán observados como por una gran lupa, experimentarán una gran presión, sentirán un auditorio imaginario que les presiona diciéndoles y criticándolos sobre cómo ser padres. Entonces desearán que sean los niños quienes allanen el camino de la paternidad y maternidad “ganándose la voluntad de los familiares y amigos” y que, por lo tanto, esa maletita venga llena de buenos hábitos y ningún problema que atender y resolver. Lo esperable es que sean los padres quienes, en mayor medida, se encarguen de ayudar a sus hijos y no al contrario.
Bueno pero ¿que traerá la maletita de los niños que han sido abandonados o maltratados? La historia indica que la experiencia es única y las personas también lo son por lo que la forma de metabolizarla puede ser muy diferente. Aunque el abandono es una experiencia muy dolorosa si se produjo de forma definitiva y los progenitores no se mostraron ambivalentes (sí te quiero-ya no te quiero) la recuperación es más fácil porque el niño (a) no se debate sobre ese terreno movedizo. Los duelos pueden ser menos complicados y no patológicos.
De todas maneras, lo esperable es que esas posibles preocupaciones o dolores emocionales requieran manejarse o atenderse en diversas épocas de la vida y por momentos. Habitualmente, si se les brinda la debida atención estas preocupaciones no suelen mantenerse por largos periodos. Pero si de todas formas ocurriera así, es recomendable brindar atención psicoterapéutica para el adecuado drenaje de sentimientos.
Específicamente, es esperable que los niños (as) y adolescentes puedan experimentar recuerdos dolorosos, comportamiento difícil, baja autoestima producto de la idea errónea de que, probablemente, tenían razón al abandonarme y no quererme (tendré algo malo o no tan bueno), los duelos por la pérdidas reales o fantaseadas (de lo que no fue, de lo que ocurrió, de las personas que no volví a ver, de las cosas que perdí por simples que parezcan para otros), distancia o tendencia a la dependencia afectiva, temor a ser víctimas del robo y perder a sus nuevos padres, vulnerabilidad ante los rechazos y posibles abandonos (de amigos, novios y otros) y estrategias erróneas que los niños (as) construyen para poder manejar estos recuerdos y estas heridas, etc.
Todos sabemos que para ser un buen jardinero se necesita una buena caja de herramientas con implementos efectivos y nada oxidados. En este caso, son sumamente valiosas:
La comprensión
La escucha empática como la de quien verdaderamente puede entrar en los zapatos del otro (el hijo-a)
El permiso de que puede recordar o añorar con nostalgia cualquier evento o persona de su vida previa al encuentro con la nueva familia; sin que los nuevos padres se sientan alterados, rechazados o poco queridos sino conocedores de que es parte normal, esperable y deseable del ciclo normal de un proceso de adopción
Dosificar las exigencias escolares o de comportamiento porque los niños se encuentran realizando una tarea psicológica que, comúnmente, los otros niños no están efectuando y que les ocupa muchas de sus energías
Permiso a llorar todo lo que necesitan porque existen unos brazos y una presencia para consolarlo (a) y contenerlo (a) afectivamente, a veces con palabras y, a veces, con el silencio que dice claramente: aquí estoy.
Crear espacios para hablar, con confianza, de lo que quiere recordar con nombres y apellidos
Tiempo y experiencias positivas para ir construyendo nuevos capítulos de su historia y que estos sean cada día más y más significativos que el pasado. Esto le permitará ubicarse más en el presente que en el pasado
Facilitarle un acompañante del proceso emocional; el que puede ser el padre, la madre o un (a) terapeuta es una herramienta de gran ayuda.
Como se ve, suelen ser asuntos y tareas que pueden atenderse y realizarse conforme transcurre el tiempo y el ciclo de la familia. Para ello, es importante reconocer que la familia que adopta, como todas las otras familias, es diferente. De esta manera, cuando experimenten esas diferencias no será motivo de alarma o amenaza de interrupción.